miércoles, 4 de diciembre de 2013

COMO PUEDO SABER CUAL ES LA VOLUNTAD DE DIOS EN MI VIDA PARTE 2

Pregunta: Querido Padre John, ¿Cómo puedo saber cuál es la voluntad de Dios para mi vida? He estado sufriendo físicamente durante casi un año y tanto yo, como muchos otros, hemos orando para que yo sane. ¿Cómo puedo saber si es la voluntad de Dios el que yo continúe sufriendo? No sé si seguir rezando para aliviarme o solamente aceptar este sufrimiento como la voluntad de Dios. En mi oración le pido conocer su voluntad, pero hasta ahora no puedo entender cuál es.
Respuesta: Después de cubrir las ideas básicas respecto a la voluntad de Dios ennuestro anterior artículo podemos ahora contestar tu pregunta de manera directa.

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¿Qué tanto es demasiado?

Entonces, tu primera pregunta puede ser contestada así: Podemos conocer la voluntad de Dios en nuestra vida a través de los mandamientos y responsabilidades de nuestro estado de vida (voluntad indicativa de Dios) y a través de las circunstancias fuera de nuestro control que Dios permite (voluntad permisiva de Dios). El sufrimiento físico que estás enfrentando es claramente una circunstancia que parece fuera de tu control y que más bien cae en la categoría de voluntad permisiva de Dios.
Tu segunda pregunta es más difícil de contestar. ¿Qué tanto tiempo debes rezar para ser liberado de este sufrimiento? Unas pocas reflexiones pueden ayudarte a tener mayor paz en este difícil dilema.

Ora libremente

Primero, orar pidiendo ser librados del sufrimiento está bien. De hecho, esta oración es uno de los primeros frutos del sufrimiento porque a través de ella ejercitamos nuestra fe, esperanza y amor a Dios, junto con las preciosas virtudes de la humildad y perseverancia. En Getsemaní, Jesús oró pidiendo ser librado. San Pablo oró pidiendo ser librado del «aguijón clavado en su carne» (2 Corintios 12,7). Pero esta oración de petición debe siempre ser ofrecida con una condición: «Señor, líbrame de esta aflicción... si es tu voluntad». Debemos confiar que si su respuesta a nuestra oración es «no» o «todavía no», esa respuesta fluye de su infinito amor y sabiduría, aunque no nos guste.

Aceptando la respuesta que Dios nos da hoy

En segundo lugar, mientras Dios no cure tu enfermedad, ya sea a través de un milagro o de los pasos naturales y prudentes que has tomado (atención médica, por ejemplo), sabemos que Él sigue permitiendo tu sufrimiento. En ese sentido, es su voluntad permitir que continúes llevando esta cruz. Entonces, por ahora, ésta es parte de la voluntad de Dios para ti.
Digo «parte» porque la voluntad indicativa de Dios también aplica. Aun en medio de nuestros sufrimientos, debemos luchar por recordar que al seguir los mandamientos y cumplir con las responsabilidades de nuestro estado de vida, estamos glorificando a Dios, construyendo su Reino y siguiendo a Cristo. Debemos tratar de evitar que nuestras cruces nos impidan ver toda la imagen integral de nosotros como discípulos de Cristo (la cual incluye la asidua participación en los sacramentos, la oración y el amar a los demás como Dios nos ama).
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Aprendiendo a vivir con el misterio

Tercero, hablando de manera práctica, no siempre es fácil saber cuándo dejar de rezar pidiendo algo en particular. En el Evangelio, Jesús nos exhorta a «orar continuamente y nunca desanimarnos» (Lucas 18,1) y también nos dice un par de parábolas para ilustrar el punto (ver Lucas 18 y Lucas 11). Él también promete: «Pide y recibirás» (Mateo 7,7). Y, sin embargo, san Pablo tuvo la experiencia de pedir repetidamente a Dios que le quitara el aguijón clavado en su carne y Dios no se lo concedió.
Aquí nos encontramos ante un misterio. San Agustín explica que, algunas veces, Dios se abstiene de darnos aquella cosa específica que le pedimos porque aspira a darnos algo mucho mejor; Él quiere responder al deseo más profundo desde el cual brota aquella petición específica.

Aprendiendo de san Pablo y un consejo práctico

Quizá en tu caso el ejemplo de san Pablo pueda ayudar. Él continuó pidiendo que se le retirara el aguijón clavado en su carne hasta que recibió esta respuesta de Dios: «Te basta mi gracia, pues mi fuerza se manifiesta perfecta en la flaqueza» (2 Corintios 12,9). Con esa contestación, ya no sintió la necesidad de seguir pidiendo que Dios le librara de ese aguijón.
Mientras sientas en tu corazón el deseo de ser sanado de tu aflicción, continúa haciendo tu petición al Señor. Pero para evitar obsesionarse con, o ser confundido por la situación dolorosa y la misteriosa respuesta de Dios, quizá sería de ayuda hacer tu petición con una devoción establecida. Por ejemplo, puedes hacer la devoción de los nueve primeros viernes por esta intención, o puedes rezar una novena al Padre Pio de Pietrelcina o a Nuestra Señora del Buen Remedio durante los primeros nueve días de cada mes. Al enmarcar tu petición de sanación dentro de una devoción de algún tipo, ya establecida, puedes sentirte en paz de que estás haciendo tu parte (perseverando y no descorazonándote) y, al mismo tiempo, no dejar que esta lucha enturbie o domine todos los otros aspectos de tu seguimiento de Cristo.
Ten la seguridad que yo uniré mis oraciones a las tuyas, que la voluntad de Dios se hará y que tú encontrarás la paz que viene del abrazo de Dios, aun cuando compartas su dolor en la Cruz.

Oración de abandono

Amado Padre,
Hoy me abandono a Ti con todo mi ser. Te suplico que mores profundamente en mi corazón. Hoy te digo «sí». Te abro todos los lugares secretos de mi corazón y te digo «entra, Jesús». Tú eres el Señor de toda mi vida, creo en Ti y te recibo como mi Señor y Salvador. No me reservo nada para mí mismo.
Espíritu Santo, conviérteme más profundamente para asemejarme más a Jesucristo. Te entrego todo: mi tiempo, mis tesoros, mis talentos, mi salud, mi familia, mis recursos, mi trabajo, mis relaciones sociales, mis éxitos y fracasos. Los pongo en tus manos.
Te entrego mi visión de cómo debieran ser las cosas, mis decisiones y mi voluntad. Te entrego las promesas que he cumplido y las que no he logrado cumplir. Te entrego mis flaquezas y mis fortalezas. Te entrego mis emociones, mis miedos, mi inseguridad, mi sexualidad. Especialmente te entrego _____________ (Aquí menciona otras áreas según te inspire el Espíritu Santo).
Señor, te entrego toda mi vida, mi pasado, mi presente y mi futuro. En la salud y en la enfermedad, en la vida y en la muerte te pertenezco. (Permanece en el Señor en espíritu de silencio, a través de tus pensamientos, de una canción que nace del corazón o simplemente estando en su presencia y a la escucha de su voz).

COMO PUEDO SABER CUAL ES LA VOLUNTAD DE DIOS EN MI VIDA PARTE 1

Pregunta: Querido Padre John, ¿Cómo puedo saber cuál es la voluntad de Dios sobre mi vida? He estado sufriendo físicamente durante casi un año y tanto yo, como muchos otros, hemos estado orando para que yo sane. ¿Cómo puedo saber si es la voluntad de Dios que yo continúe sufriendo? No sé si seguir orando pidiendo aliviarme o solamente aceptar este sufrimiento como la voluntad de Dios. En mi oración le pido conocer su voluntad, pero hasta ahora no puedo entender cuál es.
Respuesta: Está claro que tienes un deseo apasionado de conocer y abrazar la voluntad de Dios en tu vida. ¡Debes estar muy agradecido por sentir este anhelo! Tú tienes «hambre y sed de justicia» (Mateo 5,6), y por tanto, ¡eres bienaventurado!
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La vida espiritual es, en sus elementos más básicos, nada menos que el seguimiento de Cristo, el buscar imitarlo. En el Evangelio leemos que su alimento – aquello que anhelaba y que lo nutría y fortalecía – era «hacer la voluntad de Aquél que me envió» (Juan 4,34). El solo hecho de que hayas enviado esta pregunta es prueba segura de que el Espíritu Santo está trabajando mucho en tu corazón y que estás haciendo el esfuerzo de colaborar con Él. Por otra parte, lo más probable es que la turbación que la situación te está causando no venga del Espíritu Santo. Espero que los pensamientos siguientes te puedan ayudar a tener más paz.
Antes de tratar de contestar la cuestión especifica sobre tu sufrimiento físico, debemos hacer una distinción teológica. La frase «voluntad de Dios» puede causar confusión si no identificamos dos grandes sub-categorías: desde nuestra perspectiva, la voluntad de Dios puede ser indicativa o permisiva.

La voluntad indicativa de Dios

Dios puede indicar que desea que hagamos ciertas cosas –ésta es su voluntad indicativa. En esta categoría encontramos los Diez Mandamientos, los mandamientos del Nuevo Testamento, por ejemplo, «amaos los unos a los otros como yo os he amado» (Juan 15,12), «Id y haced discípulos de todas las naciones» (Mateo 28,19), los mandamientos y enseñanzas de la Iglesia (por ejemplo el ayuno del Viernes Santo), las responsabilidades de nuestro estado de vida y las inspiraciones específicas del Espíritu Santo (por ejemplo cuando la Beata Madre Teresa recibió la inspiración de iniciar una nueva orden religiosa para servir a los más pobres entre los pobres).
El campo de la voluntad indicativa de Dios es enorme, toca todas las actividades y relaciones normales de cada día que se entretejen en el tapiz de la integridad moral y la fidelidad a la vocación de nuestra vida, además de las infinitas posibilidades de las obras de misericordia (obedeciendo así el mandamiento de «amar a tu prójimo como a ti mismo» (Marcos 12,31).
Sin embargo, el crecimiento en la virtud cristiana no consiste sólo en aquello que hacemos, sino también en cómo lo hacemos, lo que abre ampliamente el campo de crecimiento en la virtud cristiana. Podemos lavar los platos (responsabilidades de nuestro estado de vida) con resentimiento y autocompasión, o bien, con amor, cariño y alegría sobrenatural. Podemos asistir a la misa del domingo (tercer mandamiento y mandamiento de la Iglesia) con apatía y de mala gana, o bien, con convicción, fe y prestando atención.
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La voluntad permisiva de Dios

Pero la frase «voluntad de Dios» también toca otra categoría en la experiencia de vida: el sufrimiento. El sufrimiento, de un tipo o de otro, es nuestro compañero permanente mientras caminamos en este mundo caído.Dios ha revelado que el sufrimiento no era parte de su plan original, sino que fue consecuencia del pecado de nuestros primeros padres, que desgarró la armonía de la creación de Dios. Su voluntad indicativa a Adán y Eva en el Jardín del Edén fue: «no coman del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal» (Génesis 2,17). Ellos desobedecieron y la naturaleza humana cayó, la creación perdió, el mal logró cierto predominio en la condición humana dando cabida a «la inmensa miseria que oprime al hombre, a su inclinación al mal y a la muerte» (Catecismo, 403).
Aquí es cuando la distinción entre la voluntad indicativa y permisiva de Dios aparece. Dios no deseó ni ordenó que Adán y Eva se rebelaran a su plan, pero permitió que lo hicieran. De igual manera, a través de la historia humana, Dios no desea que suceda el mal (y su consecuencia: el sufrimiento), pero lo permite. Por ejemplo, ciertamente Él no deseó de manera explícita que sucediera el Holocausto pero, por otro lado, permitió que sucediera.
La cuestión de por qué Dios permite el mal, y el sufrimiento que emana del mismo, aun el sufrimiento de inocentes, es una pregunta extremadamente difícil de contestar. Sólo la fe cristiana, en su conjunto, da una respuesta satisfactoria, una respuesta que sólo puede penetrar en nuestro corazón y nuestra mente a través de la oración, el estudio y la ayuda de la gracia de Dios (ver el Catecismo n. 309). Vale la pena mencionar la respuesta que dio san Agustín cuando escribió: que si Dios permite que el mal nos afecte, es sólo porque sabe que puede utilizarlo para producir un mayor bien. Podemos no ver ese bien de manera inmediata, de hecho, podemos no verlo durante todo nuestro peregrinar en el mundo, pero la resurrección de Cristo (Domingo de Pascua) es la promesa de que la omnipotencia y la sabiduría de Dios nunca son sobrepasadas por los triunfos aparentes del mal y del sufrimiento (Sábado Santo).

jueves, 19 de septiembre de 2013

Cómo convertirse en el amado

La oración es entrar en el terreno sagrado del amor de Dios. Es descalzarse para quedarse expuesto en su presencia y contemplar el fuego ardiente de su amor. La intimidad con el Dios del Amor, de la verdad y de la vida nos tiene que llevar a una transformación profunda semejante a la de Cristo en la Eucaristía.
A continuación les presento cuatro pasos a seguir en la oración. Cada uno nos ayudará a lograr una meditación vivencial que nos ayude a imitar la entrega que Cristo realizó durante la Última Cena.
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TOMADOS

El primer paso debe dar inicio a una oración generosa donde tomemos conciencia de que no somos nosotros los protagonistas, sino más bien es Dios el que toma la iniciativa. No hemos elegido nosotros a Dios primero, no hemos sido nosotros los que hemos decido dedicar un tiempo a la oración. Es el Espíritu Santo quien nos mueve, nos impulsa a querer estar con Él, a entrar en su presencia.
No nos damos libremente, con nuestra voluntad, sino más bien "somos tomados" por Dios y su amor, somos acogidos en su corazón y puestos en su presencia. Nuestra oración es una respuesta a esta iniciativa, es un "dejarse tomar".
Este ser tomados por Dios nos puede llenar de temor y hacernos pensar: "no soy digno de que entres en mi casa, no estoy vestido dignamente para entrar en tu presencia". La tentación de querer ser nuevamente los protagonistas en la oración puede volver: "cuando esté listo rezaré", nos decimos; "yo elijo cuando tengo que rezar; ahora no puedo, vivo en pecado; Dios no me puede escuchar".
Ser tomados es una bendición porque en esta acción Dios, que todo lo sabe, nos invita a confiar en Él, y así nos lleva a experimentar el amor incondicional. No soy yo el que camino en la oración hacia Dios, es Él mismo como Buen Pastor quien camina conmigo en sus hombros. Soy tomado, cargado, mimado y sanado por esos hombros que más tarden cargarán con la cruz en mi lugar.
"Señor, yo quiero ser tomado en la oración. No permitas que sea ciego a esta experiencia de tu amor. Déjame sentir tu mano que se extiende con cariño cuando hago silencio y acepto tu presencia. Que con humildad me abandone a tu presencia para dejarme hacer como María". Quiero ser cargado y tomado por tu amor. Quiero en silencio disfrutar de tu alegría y sostén"

BENDECIDOS

El siguiente paso después de haber sido tomados es hacer la experiencia de la bendición.
Bendecir significa "decir bien". Con Cristo y junto a Cristo en la oración nos sentiremos bendecidos porque Él nos dice bien quiénes somos, cuánto nos ama y cuál es la meta.
Ser tomado es confiar, ser bendecidos es vivir esta confianza de modo sensible a diario. Al ser tomados en sus hombros como esa oveja perdida y herida, nos encontramos a una altura nueva y distinta. Vemos todo desde la visión de Dios. Escuchamos sus suaves palabras porque estamos más cerca de su rostro. Lo conocemos más íntimamente y nos damos cuenta cómo no conoce por nombre. Nos llama, nos atrae a sí, nos acaricia con sus manos que nos sostienen y nos dan seguridad. Esto es ser bendecidos en la oración: Cristo llamándonos por nuestro nombre nos "dice bien" quiénes somos y lo mucho que nos quiere.
"Señor, transforma mis sentidos interiores en la oración para que pueda tocar desde la fe, la esperanza y el amor esta bendición que tú me das siempre con tu presencia. Tu voz me da seguridad, me anticipa el cielo, me sostiene y me transforma. Soy amado con un amor eterno por un Dios que me conoce íntimamente. Déjame ser bendecido, recibir todo de ti y para ti"
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PARTIDOS

El siguiente paso es el que más duele pero es el más necesario. Es el de la purificación, el de tener que morir para dar vida: "si le semilla no se hunde en el surco y muere no dará vida".
Ser partidos en la oración es seguir las huellas de Cristo hasta la Última Cena donde se parte para darse a los discípulos.
En cada corazón hay una gran capacidad de amar y de entregarse, pero para ejercitarla se necesita antes una gran purificación. Morir al egoísmo en la oración es dejar que Cristo ilumine las partes más oscuras de nuestra alma. Es exponerlas a su amor para que tomados de su mano lo imitemos sin ningún miedo y sin reservas. Ser partido es doloroso pero si queremos dar fruto hay que morir en el surco. De una semilla pueden nacer miles. De una semilla de mostaza brota un gran árbol.
"Señor, tengo miedo a ser partido, de purificar mi corazón imperfecto. No sé cómo hacerlo ni por dónde empezar. Confío en tu bondad infinita. Tómame, bendíceme y párteme para que puedas repartir mi amor donde más convenga. Yo solo no sé amar. Quiero imitar tu corazón y hacerme Eucaristía para el mundo. Párteme después de bendecirme; quiero ser repartido en cada persona que me encuentre"

ENTREGADOS

El último paso de nuestro encuentro personal con el Amor es el fruto de esta experiencia. Ser tomados y bendecidos nos permiten preparar el interior para multiplicarnos antes de ser entregados a las almas. Ser testigos de Cristo es donarnos, es gritar al mundo el amor de Dios y dejar un pedacito de nuestro corazón tocado por Cristo en el de cada hombre. Nos convertimos en testigos del amor de Dios y Cristo nos dice: "dadles vosotros de comer".
En este ser entregados, sucede algo maravilloso. Es la actualización del milagro de la multiplicación de los panes. Cuanto más me doy menos disminuyo, al revés, me multiplico. Doy mis cinco panes y Dios los toma, los bendice, los parte y me los entrega para que los distribuya a las almas.
Doy amor y en vez de perder amor crezco en amor. Me hundo en el surco, muero a mí mismo y tras la oscuridad del dolor, de la purificación, llega la vida, la multiplicación de los frutos y de las obras.
"Quiero seguir transformándome en tu amor Señor hasta llegar a ser uno contigo. Ser Eucaristía con la Eucaristía, ser amor con el Amor. Este es el fruto de cada oración. ¿Quién me necesita Señor, quién tiene hambre de ti, para que yo te pueda dar? Ahora comprendo cómo nuestro encuentro nos tiene que hacer similares, porque el Amor, transforma, iguala, une y asemeja.
Quiero ser tomado por ti, para ser bendecido en tus hombros. Quiero ser partido para poder ser entregado a más almas. Que tu Eucaristía sea siempre el recuerdo de nuestro encuentro y así, cada día me pueda convertir en Ti, mi Jesús bien Amado"

7 medios prácticos para formar el hábito de la presencia de Dios

En las últimas dos notas he hablado sobre el hábito más importante la vida espiritual: el hábito de la presencia de Dios. Allí he explicado en qué consiste. Ahora propongo algunos medios prácticos para vivir en la presencia de Dios.

1. Cree e imagina que Jesús está junto a ti.

A Jesús no le vemos y tocamos como a cualquier otra persona, pero por la fe sabemos que Cristo Resucitado está vivo y nos acompaña en el camino de la vida. Como el ciego percibe la presencia de otra persona a su lado, así, por la fe, siento y estoy seguro de la presencia de Dios junto a mí. Yo sé que Él me escucha. Creo que siempre lo he tenido a mi lado y dentro de mí, y que ahora mismo está aquí. Puedo "llevarlo conmigo" a todas partes, conversar familiarmente con Él, pedirle luz y fuerza, disfrutar de su compañía.
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Una de las oraciones más bellas que conocemos y que celebran esta presencia omnipresente de Dios es el Salmo 139:
"Señor, tú me examinas y conoces,
sabes si me siento o me levanto, tú conoces de lejos lo que pienso.
Ya esté caminando o en la cama me escudriñas, eres testigo de todos mis pasos.
Aún no está en mi lengua la palabra cuando ya tú, Señor, la conoces entera.
Me aprietas por detrás y por delante y colocas tu mano sobre mí.
Me supera ese prodigio de saber, son alturas que no puedo alcanzar.
¿Adónde iré lejos de tu espíritu, adónde huiré lejos de tu rostro?
Si escalo los cielos, tú allí estás, si me acuesto entre los muertos, allí también estás.
Si le pido las alas a la Aurora para irme a la otra orilla del mar,
también allá tu mano me conduce y me tiene tomado tu derecha.
Si digo entonces: "¡Que me oculten, al menos, las tinieblas y la luz se haga noche sobre mí!"
Mas para ti ni son oscuras las tinieblas y la noche es luminosa como el día.
Pues eres tú quien formó mis riñones, quien me tejió en el seno de mi madre.
Te doy gracias por tantas maravillas, admirables son tus obras y mi alma bien lo sabe.
Mis huesos no te estaban ocultos cuando yo era formado en el secreto, o bordado en lo profundo de la tierra.
Tus ojos veían todos mis días, todos ya estaban escritos en tu libro y contados antes que existiera uno de ellos."

2. Mira con miradas de fe:

Aplicando una mirada de fe, todo es transparencia de Dios; todo: cosas, acontecimientos y personas. Dios está en toda la creación porque le da la existencia y porque la conserva. Las criaturas tienen los rasgos de su autor y podemos descubrir en ellas los atributos, las cualidades esenciales, de Quien las hizo. En las personas podemos reconocer a Dios porque las creó a su imagen y semejanza y porque la gracia santificante corre por sus venas.
Dios está allí, quiere revelarse, darse a conocer a nosotros, depende de cada uno abrir los ojos con una mirada de fe y reconocerle. Lo contrario sería una especie de ceguera o miopía.

3. Haz un examen diario lleno de gratitud:

Dios Providente está presente en la historia y en tu historia personal, la de cada día; que no te pase desapercibido.
Dios suele manifestarse a través de actos y palabras de otras personas, de gracias actuales que el Espíritu Santo te regale, de dones que recibas, de oportunidades para crecer, de los Sacramentos, etc. No tienen que ser grandes acontecimientos, Dios nos ofrece los dones de Su amor de manera bastante sencilla. Es cuestión deestar atento para captar su intervención Providente, ser receptivo, ser humilde, atribuirle el mérito, bendecirlo y darle las gracias.
Si todos los días, al final de la jornada, te reservas un tiempo para descubrir el modo en que Dios se hizo presente en tu vida y para darle las gracias, estarás aplicando un medio de gran eficacia para formar el hábito de la presencia de Dios.

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4. Echa mano de jaculatorias:

San Pedro de Alcántara, en su tratado de la oración y meditación, dice que las jaculatorias "ayudan para la memoria continua de Dios y el andar siempre en su presencia".
Las jaculatorias son oraciones breves, en forma de frases sencillas, que dirigimos a Dios en medio de las actividades cotidianas, poniendo toda la fuerza de nuestra fe y todo el afecto de nuestro corazón al pronunciarlas.
Algunos ejemplos:
- "Señor, tú lo sabes todo, tú bien sabes que te amo"
- "El Señor es mi Pastor, nada me falta"
- "Estoy en tus manos. Hágase tu voluntad"
- "Tú eres mi Roca y mi salvación"
- "Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo"
- "Espíritu Santo, ilumíname"
- "Señor, que vea"
- "Señor, aumenta mi fe"
- "Santa María de Guadalupe, ruega por nosotros"
- "María, soy todo tuyo"
- "Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío"
- "Señor mío y Dios mío"
- "Señor, ten misericordia de mí"

5. Haz visitas eucarísticas y comuniones espirituales:

Si hablamos de la presencia de Dios, ¿qué mayor presencia que la de la Eucaristía? Cristo Eucaristía: la presencia fiel y cercana. Si hay una capilla en tu universidad, o cerca de tu trabajo o de tu casa, puedes ir a visitar a Cristo Eucaristía una vez al día. Tal vez pases, o puedas pasar, todos los días frente a una Iglesia y quieras formar el hábito de detenerte a saludarlo unos minutos. Lo mismo que haces con tu novia, con tu esposa o con tus padres. Es una forma de mantener fresco el amor.
También, hay ocasiones en que quisieras recibir la Eucaristía y no te es posible; entonces puedes hacer una comunión de deseo donde quiera que te encuentres. Consiste en hacer una pausa y manifestar a Jesucristo el deseo de recibirle en el Sacramento de la Eucaristía y pedirle la gracia de recibirlo espiritualmente.
Puedes imaginarte junto a Jesús en la última cena, recostarte espiritualmente sobre su pecho y decirle con tus propias palabras lo mucho que deseas recibirle. También puedes usar fórmulas como la de San Alfonso María de Ligorio:
Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentado, ven a lo menos espiritualmente a mi corazón.
(Guarda silencio y expresa a Jesús el amor que le tienes)
Y ahora, como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a ti.
No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. Amén.

6. Reza cuando realices tus actividades habituales:

Ayuda mucho para avivar la presencia de Dios adquirir el hábito de rezar antes de tus actividades habituales. Comes tres veces al día, puedes bendecir los alimentos antes de comer. Cuando sales de casa, puedes pedir la protección de Dios. Cuando vas a iniciar tu jornada laboral, puedes hacer la señal de la cruz. Cuando regresas todos los días a casa, puedes besar una Biblia, un crucifijo o una imagen de la Virgen María que coloques a la entrada. 

7. Enciende una veladora o lleva un crucifijo en tu bolsillo.

La llama de una veladora puede recordarte a Cristo Resucitado (como el cirio pascual) y Su presencia en tu corazón. Puedes tener un cirio en tu escritorio, en el taller, en la cocina, o en donde pases tiempos largos todos los días, y encenderlo ocasionalmente. El cirio encendido puede ayudarte a evocar la presencia de Cristo Resucitado a tu lado y dentro de ti.
Y hay otros medios prácticos que cada uno puede ir encontrando, como un amigo que desde hace tiempo tiene el hábito de llevar un crucifijo en el bolsillo de su pantalón: varias veces durante la jornada, mete la mano en la bolsa, aprieta fuerte el crucifijo y le dirige una palabra a Je

martes, 21 de mayo de 2013

APRENDIENDO A DECIR NO

Este dilema que tiene mucha gente, se presenta generalmente cuando se desea contentar a todos y se siente la obligación de no negarse a satisfacer las necesidades de otro, aunque no se pueda. 
Es algo más común de lo que creemos, porque a miles de personas les interesan las conferencias del monje Grün en todo el mundo y acuden a ellas deseosos de enterarse de lo que tiene que decir al respecto. 

Muchos no respetan sus propios límites, superan con su conducta cualquier frontera y transgreden todas las normas. 

Sin embargo los límites son necesarios, le dan sentido a la vida, permiten sentirse contenidos y conocerse más a si mismos. 

En su libro “Límites sanadores” Grün se dirige a todos aquellos que no son capaces de negarse nada a si mismos, ni decirle que no a los demás, porque está convencido que el que no sabe decir que no y vive pendiente de las expectativas de otros puede llegar a enfermarse seriamente, y esa exigencia le hará darse cuenta dolorosamente de sus propios límites. 

La vida se encarga de mostrarnos que somos seres limitados y tenemos que aprender a aceptarlo, porque nadie es perfecto. 

No sólo tenemos que vivir reconociendo nuestras limitaciones sino que también tenemos que preservar nuestra intimidad poniéndole límites a los demás y al mismo tiempo ser capaces de respetar sus límites para no invadir su privacidad e individualidad. 

La edad es un límite que hay que respetar, así como también el límite de la propia finitud. 

Ninguno de nosotros puede estar siempre en forma incondicional dispuesto a atender las necesidades eventuales de otros, porque tenemos nuestras limitaciones o porque somos incapaces de hacerlo; porque así como aquellos que nos necesitan, nosotros también tenemos que enfrentar nuestras propias necesidades. 

El límite es un indicador de medida que nos obliga a actuar moderadamente y a no presionarnos con exigencias más allá de nuestras posibilidades. 

En esta época, es la falta de medida y los excesos lo que trastorna la vida del hombre hasta llegar a enfermarlo; incluso la depresión es una cuestión relacionada con la falta de límites. 

Es la falta de marcos de referencia lo que nos lleva a sentir una sensación de inseguridad que nos llena de miedos. 

La gente suele trabajar más de lo que puede, presionada por aparentes necesidades circunstanciales, apetencias desmedidas y deseos de hacer lo que hacen otros, para aventajarlos o destacarse. 

Las leyes, las reglas, los estatutos son límites que nos protegen y respetarlos nos hace sentir más seguros. 

El respeto de los límites favorece nuestras relaciones, nos ofrece mayores posibilidades de éxito, nos permite darnos cuenta de nuestras posibilidades y capacidades y apreciar lo que más nos conviene. 

En el ámbito privado debe existir la intimidad personal, un sector propio destinado a vivirlo en soledad que no debería ser violentado por nadie con ninguna excusa. 

Somos seres limitados, sin embargo somos capaces de enfermarnos con tal de no renunciar a nuestra imagen y hacer algo aunque no podamos 

Conocerse a uno mismo es lo más importante para mantener el equilibrio, aprovechando el potencial que tenemos para enfrentar aquellos desafíos de lo que sí somos capaces, y seguir creciendo. 

Excedemos nuestros límites por miedo a no ser amados, por temor de herir a los demás, porque somos perfeccionistas porque pretendemos ser mejor que los demás. Pero si estamos centrados y actuamos con convicción y firmeza, los límites no ofenden. 

Ser solidario no significa hacer más de lo que podemos y si no estamos en condiciones de ayudar, tampoco necesitamos justificarnos demasiado ni dar muchas explicaciones por lo que el otro pueda pensar, porque el otro siempre es libre de pensar lo que quiera. 
Darse tiempo y ocuparse de uno mismo no es egoísmo, es salud mental y sólo requiere carácter firme. 

LA HERIDA COMO OPORTUNIDAD


LA HERIDA QUE ME ABRE
LA HERIDA COMO OPORTUNIDAD


Anselm Grûm
                                                                                         
Cada uno de nosotros se ha sentido herido alguna vez en su vida o, como dice John Bradswaw, “cada uno de nosotros lleva consigo un niño herido”. Hemos aceptado nuestra responsabilidad con los otros, con nuestra propia historia de heridas. Y tenemos que vérnoslas con personas que arrastran consigo la historia de sus heridas y que frecuentemente proyectan sobre nosotros sus propias heridas. Y esto nos hiere de nuevo incesantemente.
Pese a nuestras buenas intenciones, nos convertimos en blanco de proyecciones contra las que no podemos hacer nada. Sin embargo, las heridas que hemos sufrido podrían ser también una oportunidad para nuestra propia humanización y una oportunidad para el verdadero encuentro con Dios. La Biblia nos lo muestra en la figura de Jacob, quien precisamente como el herido, como el que cojeaba, llegó a ser el patriarca de Israel; o en la figura de Jesús, quien según el evangelio de Juan, está colgado de la cruz como el médico herido y, precisamente con la herida de su corazón, se convierte en la fuente de la salvación para todo el mundo.

1.- Heridas de la vida
Algunas de las heridas más comunes en la atención espiritual está la herida del padre. Muchos perdieron muy pronto a su padre o no llegaron a conocerle. O bien el padre no se hallaba realmente presente: había eludido su responsabilidad. El padre es, normalmente, el que refuerza nuestra espina dorsal, el que nos infunde ánimo para la vida, el que nos da confianza para atrevernos y lanzarnos a algo. Los que carecen de esta experiencia necesitan con mucha frecuencia un sustitutivo de la espina dorsal. Y ese sustitutivo es la ideología, la norma rígida detrás de la cual él se oculta. Y a menudo se ven atormentados por una intensa desconfianza. Tienen problemas de autoridad. La desconfianza hacia toda autoridad procede frecuentemente de una experiencia negativa con el padre. Y, así, esas personas tienen también dificultad para confiar en Dios. Se asienta en ellos una profunda desconfianza que les hace creer que Dios no les concede disfrutar de la vida, que Dios les deja caer, que Dios les castiga en cuanto no hacen lo que él quiere. Con frecuencia, las personas que no han tenido padre se apoyan muy intensamente en un consejero espiritual o en un asesor terapéutico y buscan en ellos al padre que no han tenido.

Exactamente lo mismo suele ocurrir con la herida de la madre. La madre da al niño protección y seguridad y un amor sin reservas. De esta manera, la madre que se preocupe demasiado de sí misma no podrá dar esa protección y seguridad. El que no puede experimentar que es totalmente digno de ser amado, el que no puede confiarse al amor de sus padres, sufre a menudo un trastorno narcisista. Es insaciable en su hambre de amor, consideración y afecto. Y las personas con trastornos narcisistas suelen ser una plaga para el superior. Desean tener constantemente en torno a ellos

al superior y asegurarse continuamente de que el superior les quiere. Nadie es capaz de colmar sus necesidades de amor. En sus relaciones experimentan continuas decepciones y, con frecuencia, se convierten en maníacos: maníacos de las relaciones, maníacos del alcohol o maníacos del reconocimiento. Necesitan la admiración continua del público. Si nosotros, como responsables de otras personas, sufrimos esta herida de la madre, utilizaremos a las personas para satisfacer nuestras necesidades narcisistas.

La herida de la madre suele aparecer en mujeres cuya madre ha abusado de ellas para hacerlas sus íntimas. La madre depresiva necesitaba a la hija para desahogar sus penas: le contaba sus problemas con el marido y, de este modo, exigía a su hija demasiado. Por eso, la hija no pudo ser nunca una verdadera niña. No pudo vivir ella misma su propia vida, sino que tuvo que vivir siempre para otra persona. Frecuentemente, esas personas no son capaces de concederse nada a sí mismas. En su vida sólo encuentran confirmación cuando se sacrifican por otros. Los varones son heridos por la madre porque ella los absorbe para sí misma y porque deben colmar todas las expectativas de la madre si quieren ser amados como hijos varones. Pero cuando la herida de la madre no se ha tratado realmente, uno busca una nueva madre. Se va huyendo de una madre a otra y entonces la Iglesia se convierte en madre sustitutiva, viviendo de esta forma también una espiritualidad no sana.

Una herida profunda es el abuso físico y psíquico. Existen casos de padres con estados de ánimo violentos e iracundos, de que se teme constantemente que se vaya a liar a golpes. En esos casos, el niño tiene que retirarse totalmente para poder sobrevivir.
Además del sexual, físico, espiritual o verbal, hay muchas otras clases de abusos. Siempre que se utiliza a un niño para satisfacer las propias necesidades se está cometiendo un abuso. Ambas heridas, la herida recibida por la violencia física, que a uno le humilla y rebaja, y la herida recibida por ser objeto de abusos, siguen dejándose sentir en nosotros.
John Bradshaw piensa que las heridas que no miramos de frente ni procesamos nos obligan a una de dos: o a herirnos a nosotros mismos o a herir a otros.
A menudo compruebo que hay hombres y mujeres que buscan exactamente las mismas situaciones en las que fueron heridos durante su niñez; se buscan una pareja o un superior que les hiera exactamente igual que hicieron el padre, el maestro o el párroco. Creen que son los otros los que tienen la culpa y son incapaces de ver que ellos mismos buscan esas situaciones. San Juan Crisóstomo pronunció un sermón entero sobre el tema “No puedes ser herido si tú no te hieres a ti mismo”. Somos nosotros mismos los que nos herimos sin cesar cuando no queremos mirar cara a cara las heridas de nuestra niñez y, en vez de hacerlo, buscamos inconscientemente situaciones en las que las heridas puedan perpetuarse.

Una herida frecuente consiste en menospreciar a los niños cuando se les dice constantemente: “No eres capaz de nada. No vales para nada. Eres demasiado lento. Eres peor que los demás niños. Me estás resultando una carga. Sin ti me las arreglaría mejor. ¡Ojalá no hubieras nacido!”. Estos mensajes son interiorizados por el niño como el guión de su vida. Y entonces el guión de su vida es el siguiente: “Soy un fracasado. Todo lo hago mal. ¡No tendría que haber venido a este mundo!”. Con ese guión de la vida no se puede vivir a gusto. Y este guión se expresa de nuevo constantemente en cuanto uno tropieza con problemas. Con un mensaje así en los oídos, no se puede desarrollar una sana autoestima. Uno no se toma en serio a sí mismo y, por tanto, cree que los demás tampoco le toman en serio. Tiene la impresión de que los otros no le aprecian, de que le desprecian y prescinde de sí mismo y se desprecia a sí mismo.
Una mujer me contaba que se siente continuamente controlada por su marido. Cuando él regresa a casa y se presenta y le pregunta qué tal le va y qué ha estado haciendo, ella interpreta esas preguntas como un control, aunque en realidad el marido está mostrando interés por ella. Muchos malentendidos en nuestra convivencia proceden de esas proyecciones. Como hay personas que no se toman en serio a sí mismas, no se sienten tampoco tomadas en serio por los superiores e interpretan en seguida cada pregunta del superior como un control. Y si, siendo superiores, tenemos en nuestro interior muy poca confianza en nosotros mismos, nos sentimos menospreciados constantemente y creemos que no se nos toma en serio. En esos casos, se tiende a exigir terminantemente que se respete la autoridad por temor de que, si no se hace, pueda socavarse nuestra autoridad.

Un niño que ha recibido de sus padres muy poca confianza tiende a menudo a querer controlarlo todo. No debe bajar nunca la guardia, sino mantener todo bajo control, pues así nadie podrá sorprenderle ni herirle.

Los trastornos de la confianza no sólo conducen a la compulsión por el control, sino también a una confianza ciega que hace aferrarse a otros y sobreestimarles totalmente.

Otra herida consiste en que nuestros sentimientos no se toman en serio. Siendo niños, tuvimos que reprimir nuestros sentimientos, pues sentimientos como la tristeza o la ansiedad no eran deseados por nuestros padres. Cuando alguien no puede expresar sus sentimientos, entonces los “actúa” –los expresa por medio de la acción, es decir por ejemplo, una persona que recibió maltrato físico en su hogar, y de adulto trabaja previniendo el abuso en otras personas. Los americanos lo llaman acting out. Y describen, además, otro “actuar” como respuesta a las heridas recibidas durante la infancia: el acting in o ”autopunción”, que es muy frecuente.

Otras personas se aíslan y se retiran totalmente por la ansiedad de que alguien se les acerque demasiado y sobrepase los límites que ellas mismas se han fijado. Para la salud psíquica, es necesario un claro sentimiento de cuáles son los propios límites. Quien de niño no pudo desarrollar ningún sentimiento de cuáles eran sus límites naturales no sabe dónde termina él y dónde comienzan los demás. Le resulta difícil decir “¡no!” y saber qué es lo que quiere. Y con mucha frecuencia, sobrepasará también los límites cuando se trate de otros.
Hay también muchas otras señales típicas de las heridas recibidas durante la infancia, de la deficiente consideración que se tuvo de las necesidades del niño. Se
halla en primer lugar el pensamiento mágico y la creencia en los prodigios. En estos casos, se piensa que si viniera un líder o persona superior en cargo o jerarquía, todo iría bien, o se esperan cosas maravillosas de un traslado. Y está también la conducta indisciplinada o súperdisciplinada, que puede manifestarse en la lentitud a la hora de hacer todo, en una actitud de rebelión, de terquedad y obstinación, pero también en una inmovilidad compulsiva, en una exagerada amabilidad y en una obediencia servil.

Una herida también muy importante es la espiritual. Este autor entiende por ella el hecho de que a un niño no se le tome en serio en su singularidad y particularidad. Cada niño es único y muy valioso, una imagen de Dios, un regalo de Dios. Dios, en el Antiguo Testamento, se reveló así: “Yo soy el que soy”. Y, así, Bradshaw cree “que nuestra egoidad –la condición de ser un yo- es el núcleo esencial de lo que constituye nuestra semejanza con Dios”. Cuando no se acepta a un niño como un yo que es, sino que se le obliga a entrar en una imagen que los padres le han encasquetado, se le está infligiendo una herida espiritual. “La herida espiritual es más responsable que ninguna otra cosa de que hagan de nosotros niños adultos sin independencia y vergonzosos. La historia del declinar de todo hombre y de toda mujer habla de que un niño maravilloso y valioso, un niño peculiar y precioso, perdió el sentimiento de que “yo soy el que soy”.

Hemos hablado de varias heridas recibidas en la vida: unas heridas que seguramente observamos en nosotros mismos y en las personas a las que atendemos espiritualmente. La cuestión es saber qué hay que hacer frente a ellas. Muchos piensan que la terapia consiste en que las heridas cicatricen por completo, en que no tengamos que ocuparnos de ellas. Pero eso es una imagen ideal que no hace justicia a la realidad. En realidad, se trata de transformar las heridas y de adoptar una actitud diferente ante ellas; de que yo no sea determinado por las heridas, sino de que éstas se conviertan en una oportunidad para sentirme más a mí mismo como ser humano y para abrirme a Dios.

2.- LA HERIDA COMO OPORTUNIDAD
Sólo la verdad nos hará libres, nos dice Jesús. La terapia junto con la vida espiritual hará que nuestra vida sea fructífera; es necesario conducirla a la verdad para que nos encontremos con el Dios real, y no con las proyecciones de nuestras angustias. Evagrio Póntico decía: “Si quieres conocer a Dios, aprende primero a conocerte a ti mismo”. No hay un verdadero encuentro con Dios sin un sincero encuentro con uno mismo. Todo lo demás sería un, “atajo espiritual”. Uno querría evadirse de las propias heridas yendo directamente a Dios. Pero el camino que conduce a Dios pasa por nuestras heridas y no podemos soslayarlas. Es posible también evadirse de la propia verdad por medio de la vida espiritual, ocupándose constantemente de cosas espirituales, haciendo un ejercicio espiritual tras otro, pero sin dejar a Dios ninguna oportunidad de que él nos descubra nuestra verdad y toque nuestro corazón herido.
Tanto en la terapia como en la atención espiritual se trata de mirar cara a cara a las heridas de la propia infancia, pero no con la presión de procesarlas todas y eliminarlas, sino con la finalidad de reconciliarse con ellas. En alemán “reconciliarse” (versôhnen) deriva del verbo “besar” (versûhnen). Se trata, por tanto, de mirar cara a cara cariñosamente las propias heridas, de las que desearíamos evadirnos, y de besarlas tiernamente. Bradshaw piensa que cada uno debe hacerse cargar del “niño” herido que hay en nosotros y cuidarlo bien. Para ello, la condición previa es sentir de nuevo las necesidades reprimidas y oprimidas y todas las heridas sufridas. Luego, a través del niño herido, se puede entrar en contacto con su niño divino, con la imagen ilesa que Dios se ha hecho de él. La reconciliación con el niño herido no es tan sencilla. A menudo hace falta tiempo para que alguien se reconcilie con sus propias heridas, para que sea capaz de aceptar que ésa es la historia de su vida. Pero, cuando se logra esto, esa persona puede entrar también en contacto con las raíces positivas que su pasado tiene también en él.

Sólo cuando yo admita las heridas que recibí de mi padre podré descubrir cómo mi padre tiene también buenas raíces, de las que yo puedo nutrirme. Sólo cuando sea capaz de mirar cara a cara el carácter absorbente de mi madre podré disfrutar también con agradecimiento de que ella me haya dado protección y seguridad.

Lo muestra, por ejemplo, la historia de la mujer sirofenicia, una de las cuatro historias de relaciones que hay en la Biblia. La hija está poseída por un demonio porque la “supermadre” se asienta sobre ella. A esa mujer, que cree que puede alcanzar todo lo que quiera, que piensa que todo el mundo tiene que bailar al ritmo que ella marque, Jesús le hace ver primero cuáles son sus límites. Se distancia de ella. Pero al hacer ver a esa mujer cuáles son los límites puede mostrarle también cuál es su verdadera grandeza. Ella da la razón a Jesús y es capaz de moverle para que cure a su hija. La curación de nuestra infancia no puede realizarse nunca pintando las cosas en contraste blanco y negro, sino viendo siempre en nuestros padres ambas cosas: la buena voluntad, la fuerza alimentadora, pero también lo absorbente y destructivo. Sólo cuando yo contemple ambas cosas podré reconciliarme y decir en oración: “Todo está bien tal como es. ¡Dejémoslo así! Dios ha extendido su mano sobre mí! en todo lo que me ha sucedido. Mi historia tiene un sentido profundo”. Entonces quizás yo pueda descubrir también mi carisma. Cada uno de nosotros es una palabra singularísima que Dios pronuncia únicamente en esa persona. Pero lo que es esa palabra sólo podré descubrirlo si contemplo cara a cara la historia de mi vida. Entonces sentiré cuál es mi vocación más profunda y cómo mi historia puede ser fructífera para mí y para los demás.

Cuando me reconcilio con mis heridas, entro en contacto con mi verdadero ser. Henri Nouwen cree que allá donde estamos “rotos” estamos también “abiertos” para la verdad. Allí “se hacen pedazos” las máscaras que nos hemos puesto. Allí descubrimos el verdadero tesoro que hay en nosotros, la imagen singularísima que Dios se ha hecho de cada uno de nosotros.
Para Hildegarda de Bingen, la cuestión fundamental de la vida es saber transformar nuestras heridas en perlas. Cuando descubro la perla que hay en mi herida, se convierte en algo precioso que guardo como un tesoro, algo que me pone en contacto con la imagen divina que hay en mí. Santo Tomás de Aquino piensa que cada uno de nosotros es una expresión singularísima de Dios y que el mundo sería más pobre si cada uno de nosotros no expresara de una manera singular a Dios. Hay algo divino que sólo puede expresarse a través de mí y que las demás personas pueden experimentar únicamente por medio de mí. Allá donde estoy herido, hay también en mí un tesoro, la perla que me recuerda esa imagen singularísima de Dios en mí.

Las heridas me mantienen también vivo. Me impiden ocultarme detrás de una máscara. Allí donde estoy herido, me siento también a mí mismo, allí vislumbro que la vida no es sencillamente algo que puede hacerse, allí no sólo me siento a mí mismo, sino también a las personas que hay a mi alrededor. Las heridas me unen con el prójimo. Me hacen sensible a sus aflicciones. Me enseñan a ser misericordioso conmigo mismo y con los demás. No sólo no descubriré despiadadamente las heridas de los demás, sino que las trataré exactamente con la misma delicadeza y cuidado con que trato las mías. Los griegos conocen el misterio de la herida cuando dicen que sólo el médico que está herido es capaz de curar heridas.

En la cruz, Jesús lleva la herida de muerte. Pero de esa herida manan sangre y agua, fluye el santo y santificador Espíritu de Dios sobre el mundo entero. Y, así, mis heridas pueden convertirse también en fuentes de vida para mí mismo y para las personas de mi alrededor. Como herido que se ha reconciliado con sus heridas, no proyectaré mis heridas sobre mis semejantes, sino que tendré una fina sensibilidad para descubrir cuáles son sus aflicciones y problemas, sus ansiedades y temores.

Para Jacob, la herida en la cadera fue un recuerdo constante de que Dios le había tocado. San Pablo pidió a Dios que le liberara de su humillante herida. Pero Cristo le respondió: “Te basta mi gracia, ya que la fuerza se pone de manifiesto en la debilidad” (2 Cor 12,9). Su herida le recordaba que todo es gracia; que él vive de la gracia y no de sus propias realizaciones; que se halla al servicio de Dios y que no trabaja en nombre propio. La herida puede hacernos permeables a Dios. Desearíamos ser permeables a Dios, pero querríamos serlo precisamente en nuestra fortaleza. Ahora bien, el misterio de la gracia divina consiste en que Dios quiere obrar su salvación en los hombres precisamente a través de nuestras heridas, a través de nuestros puntos sensibles. Pero la condición previa es que hayamos contemplado de frente nuestras heridas y nos hayamos reconciliado con ellas.

Precisamente nuestras heridas, que no podemos ocultar, nos instan a que, en medio de nuestra impotencia, nos pongamos a disposición de Dios para que él actúe por medio de nosotros y, a través de nuestras heridas, pueda curar también las de las personas que nos han sido confiadas.

martes, 23 de abril de 2013

EL SERMÓN DEL MONTE




Las bienaventuranzas..evangelio de San Mateo

5:1 Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos.
5:2 Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:
5:3 Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
5:4 Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
5:5 Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
5:6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
5:7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
5:8 Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
5:9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
5:10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
5:11 Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.
5:12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.


Jesucristo es una figura sin igual, su enseñanzas son admiradas incluso por aquellos que dicen no crees en él, he visto personas decir que son ateas citas el sermón del Monte,..  Hay personas que admiran a Jesucristo pero no son cristianos ni quieren creer en él porque el ejemplo de los que se dicen cristianos le echa para atrás,.. Se cuenta que Ghandi leyó el nuevo testamento y quedo impresionado por la doctrina de Jesús, por el sermón del Monte, y todo lo que el Nuevo Testamento enseñaba,  entonces Ghandi quiso conocer a los seguidores de Jesús, y fue a ver a un reverendo o pastor , le hicieron entrar por la puerta de servicio, le trataron mal, y luego fríamente lo despidieron,  eso aparto a Ghandi de hacerse cristiano, el mal ejemplo, ,.. dicen que cuando salio dijo,  entiendo a Jesús y lo que Jesús dice, pero no entiendo a los que dicen seguirle.. Ghandi se quedo con las enseñanzas de Jesús , de poner la otra mejilla, no resistir al malo, etc.. y realmente sin ser cristiano hizo lo que Jesús enseño y tuvo éxito en su empresa.. NO RESISTÁIS AL MALO Y EL PONER LA OTRA MEJILLA, resulto se mas poderoso que todos los fusiles y todos los cañones.

Jesús dijo, amaos los unos a los otros y en estos conocerán que sois mis discípulos, cuando los cristianos no se aman unos a otros, su testimonio queda roto..
Pero vamos a examinar la bienaventuranzas...

5:1 Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. 

Este monte dicen que si te subes en el, y hablas, todos los que están sobre la falda del monte te oyen, es decir, que Jesús se subió a aquel monte, para aprovechar este fenómeno acultico que permitía que todo lo que se hablara allí, fuera oído por todos..

5:2 Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:
5:3 Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. 

Quien es el pobre en espíritu, recuerdo que un día alguien debatía sobre este tema  y decía que esto estaba mal, que un pobre de espíritu no podía ser bienaventurada y que el texto debía decir RICO EN ESPÍRITU.. la interpretación puede resulta difícil, pero si miramos otros textos donde dice activos de espíritu, aquí lo que se esta diciendo es bienaventurados o afortunados los humildes , es decir lo sencillos , los de espíritu sencillo, sería la interpretación mas correcta..

5:4 Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. 

Es un consuelo que Jesús ofrece a todo el que llora, llorar por la perdida de un familiar querido, llorar por alguien que amas, o por un familiar que se lanza al vicio , en el apocalipsis dice que el Señor enjugara la lagrimas de sus hijos,  pero en el sentido practico, todo el que llora es consolado, pero el que no NO..


5:5 Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. 

El manso es esa persona que misteriosamente después de una guerra tremenda nadie se explica porque sobrevive, y queda, mientras que todos los valientes están en sus tumbas, el manso es la persona pacifica por naturaleza,  no hay que confundir manso por cobarde, para los mansos hay una promesa del Señor y es que estos recibirá la tierra por heredad..


5:6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. 

Quien son estas personas, son todas aquellas que no pueden soportar las injusticias, que le duele ver como otros sufre injusticias, y tiene sed de justicia, Jesús les promete que SERÁN SACIADOS, y así sera,  todos tendrán que dar cuenta ante Jesús cuando llegue el día de sus obras...

5:7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. 

Esto es muy importante, el misericordioso dice la Palabra que hallara misericordia,  cuando hay persecución a veces se da el caso de que algunas personas ayudan a los cristianos, y Jesús dijo, que cualquiera que diera un vaso de agua a estos pequeñitos  que creen en mi NO PERDERÁ SU RECOMPENSA..

5:8 Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.

Muchos cristianos dicen, eso es imposible, no hay limpios de corazón, solo Jesús era limpio de corazón, esta bien, estos cristianos reconocen que no existe ningún corazón limpio, pero si se fijaran bien en lo que dice la Palabra, JESÚS NOS LIMPIA DE TODO PECADO, así que por virtud y misericordia y POR GRACIA, el cristiano que de todo corazón cree en el Señor Jesús, ES LIMPIO Y POR TANTO TIENE EL CORAZÓN LIMPIO... así que estos VERÁN A DIOS.. .. no por merito propio,sino por la gracia o bondad no merecida,  que el Señor da a todos los que en el PONEN SU FE...

5:9 Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. 

¿ quien son los pacificadores, ? pues son esas personas que cuando dos se ponen a discutir, acuden y poner calma y paz entre esas dos personas,  el pacificador que logra que sus semejantes hagan las paces y vivan en paz,  es llamado hijo de Dios..

5:10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. 

cuando yo era joven en el evangelio, este pasaje lo mal interpretaba, pensaba que era bienaventurados los que eran perseguidos por la justicia, pero no es así, lo que quiere decir que somos bienaventurados si POR CAUSA DE SER JUSTOS, SOMOS PERSEGUIDOS...

5:11 Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.

Realmente cuando persiguen a los cristianos, siempre lo hacen en base a mentiras, POR EJEMPLO NERÓN ACUSO A LOS CRISTIANOS DE HABER  PRENDIDO FUEGO A ROMA.. cuando fue el.. muchos cristianos han sido perseguidos, matados y aun lo son en base a mentiras ... hay que tener en cuenta que este mensaje también lo estaba dirigiendo Jesús al pueblo hebreo, y los judíos han sufrido muchas persecuciones en base a mentiras contra ellos..

5:12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.


Ser perseguido por tu fe, por creer en Jesús, por causa de ser justo,por ser pacificador, humilde, sencillo,  y por amar la Verdad, y no seguir a este mundo con sus mentiras,  debe ser motivo de gozo, porque los profetas, y los apóstoles, lo fueron perseguidos por esto.

Como he dicho antes, las enseñanzas de Jesús son de gran belleza, y de gran profundidad,  pero como iremos viendo, tales enseñanzas si las aplicamos a nuestra vida, MEJORARA NUESTRA VIDA, NUESTRA RELACIÓN CON NUESTROS SEMEJANTES, CON NUESTRA ESPOSA Y ESPOSO,  con nuestros hijos...

Lo bueno de las enseñanzas de Jesús, es que son útiles para nuestra vida diaria... y no caducan..