domingo, 31 de marzo de 2013

LOS PASOS PARA EL PERDON


¿Cuántas veces debo perdonar? ... 

Esta fue una de tantas preguntas que los apóstoles le hicieron a Jesús. A ellos les interesaba conocer sobre: Como orar, sobre quien se sentaría a su derecha en el reino, pero también les interesaba saber sobre una de las cosas más difíciles de lograr para el ser humano, difícil incluso para los cristianos.
A esta pregunta Jesús respondió: “Hasta 70 veces 7”. Que en otras palabras significa "siempre". No cabe duda que es difícil perdonar una vez, no se diga dos veces, pero Jesucristo nos deja en su enseñanza que no una, ni dos, ni siquiera siete veces debemos perdonar, debemos hacerlo siempre.
Y no 70 veces siete en toda nuestra vida a todas las personas sino 70 veces 7 a cada persona. (Quien quiera seguirme, que tome su cruz y que me siga).

No podemos evitar los conflictos, nunca se ha podido, hay guerra entre los países, conflictos en las ciudades y dificultades en las familias. Dios sabe entonces que tendremos desavenencias con los que nos rodean y que por nuestra debilidad y pequeñez nos será difícil perdonarnos por eso es que nos brinda en su Palabra la oportunidad de ir avanzando en el camino del perdón.

Vamos a seguir algunos pasos que nos ayudarán a ir conociendo lo que realmente es perdonar, además de ir creciendo como cristianos para prepararnos para perdonar así, como Jesús respondió a sus discípulos, a perdonar siempre.

Los pasos del perdón  
1er paso: Delimitar la zona del conflicto.
        Identificar con quien es el problema.
El primer paso y que ayuda al inicio de la solución del problema y que evita que se haga más grande es: Identificar con quien es el problema.

 Éxodo 23;4-5   "Cuando encuentres perdido el buey o el burro de tu enemigo, se lo llevarás. Si ves caído con la carga el burro del que te quiere mal, no pases de largo, sino ayúdalo a levantarse".

En este texto bíblico, el Señor nos quiere enseñar que si tenemos alguna dificultad, esta tiene que ver con una persona y no con los que lo rodean, que si tenemos un problema con nuestro hermano mayor (por ejemplo) no tenemos que estar haciéndoles la vida de cuadritos también a nuestros padres y al resto de nuestros hermanos. Y más aún si nuestro problema (siguiendo el ejemplo) es en nuestra casa, entonces no tienen que sufrir las consecuencias de nuestro mal humos también en nuestro trabajo o escuela.

  - No podemos evitar los conflictos, nunca se ha podido, pero debemos delimitarlo, definir con quien es nuestro problema y no llevarlo más allá.
 - Hasta aquí, aún no hemos perdonado a nadie, el texto bíblico no nos dice que perdonemos a nuestro enemigo, sino que no se dañe a nadie más y con esto llevamos ya un gran avance.

2do. paso: Hacer una ofensa igual.
 Una vez que todos los inocentes quedan fuera del problema, es momento de enfocarnos en quien nos hizo daño. Hemos recibido una ofensa, que es el motivo de nuestro rencor, pues La Biblia nos concede el derecho de hacer un daño igual.

 Levítico 24;17-22  ...El que cause alguna lesión a su prójimo, como él hizo, así se le hará: fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente; se le hará la misma lesión que él ha causado al otro...

Este texto nos habla de justicia, justicia muy primitiva si queremos verlo así, pero actualmente ni siquiera esto sabemos hacer. Cuando alguien nos hace un daño, ni siquiera esta ley conocida como del Talión, sabemos ejercer correctamente. Siempre superamos el daño, si alguien no nos dirige el saludo una mañana, nosotros le dejamos de hablar para siempre; si alguien nos falla una vez, entonces nosotros le fallamos diez.

En este segundo paso la Biblia nos concede el derecho de desquitarnos, con una ofensa igual, hasta aquí no se habla aún de perdonar; hasta aquí se nos indica que no debemos ir más allá de la ofensa recibida.



Para estas alturas seguramente más de un lector se encontrará inquieto por lo expresado en el punto anterior, pero recordemos que estos son pasos hacia el perdón, y que para algunos caminar lentamente es la única manera de llegar a la meta, que finalmente será: preparar nuestro corazón para perdonar.

Sabemos que La Biblia es palabra de Dios, y que todo lo que está en ella no tiene error, por tanto lo leído en el punto anterior es totalmente válido, pero, también sabemos que los católicos no somos cristianos de un solo versículo, que la Verdad de la Palabra de Dios se encuentra en toda la Biblia, por tanto sigamos descubriendo la verdad sobre el Perdón.



3er. paso: No desquitarse.  

Hasta aquí hemos aprendido que en primer lugar, para evitar que el problema se haga más grande debemos dejar fuera del conflicto a todos los inocentes. En segundo lugar, sabemos que podemos hacer un daño igual al que recibimos pero no mayor.

  En este tercer paso Dios nos invita a trascender, a crecer como verdaderos cristianos; puedes vengarte, pero Yo te apreciaré y bendeciré más si no lo haces. 

 Levítico 19;18  No seas vengativo ni rencoroso...  

En pocas palabras se resumiría hasta aquí: Siente el consuelo (humano) de que puedes desquitarte, pero si realmente te dices seguidor de Cristo, entonces no lo hagas.

Aún como se observa no se habla de perdón, sólo estamos hablando de no desquitarse, aunque muchos de nosotros, erróneamente, cuando llegamos a este punto decimos que estamos perdonando, cuando estamos a mitad del camino. Y es por eso que el problema persiste por años y que en la primera oportunidad el conflicto se reanuda, porque aún la ofensa no se ha perdonado, tan sólo se ha hecho un esfuerzo por olvidarla.

Hasta aquí el Antiguo Testamento.
- Si logras llegar hasta aquí serías un perfecto Israelita.
- Pero la Ley del Antiguo Testamento, no contenía la perfección de las enseñanzas de Jesús.

Saltemos a lo perfecto, a lo nuestro. Nosotros ya conocemos a Jesucristo.

jueves, 28 de marzo de 2013

DIOS NO ESTA ESCONDIDO



Tú eres Dios que te encubres…Isaías 45:15.
¿Quién ha creído a nuestro anuncio?
¿Y sobre quién se ha manifestado el brazo del Señor?
Isaías 53:1.
Dios no está Escondido

        Cuando Jesús vino a la tierra, no había “parecer en él, ni hermosura”; no tenía atractivo, “para que le deseemos” (Isaías 53:2). No nació en un palacio, sino en un establo. Los ángeles anunciaron su nacimiento, no a los grandes de este mundo, sino a unos pastores. Al principio de su ministerio no llamó a sabios, sino a simples pescadores. ¿Por qué? Porque Dios no se manifiesta a “los sabios” y a “los entendidos” (Mateo 11:25), es decir, a los orgullosos que se creen tales. Detrás de la sencillez de los pasajes bíblicos, Dios permanece escondido para el lector superficial que no toma en serio pasajes como el de Jonás, tragado por un cetáceo, o el de David luchando contra el gigante Goliat; en cambio para los creyentes estos pasajes están llenos de sentido.
       Sin embargo, Dios quiere revelarse. La creación da testimonio de su eterno poder y deidad, de modo que los hombres que no hayan dado gloria a su Creador serán declarados inexcusables (Romanos 1:20). Además, la Biblia nos revela el amor de Dios, su santidad, pero también su gracia hacia nosotros los pecadores. Para comprender la Biblia primeramente debemos tener la actitud confiada de un niño que se deja enseñar. Entonces, ese Dios escondido se vuelve un Dios revelado para el lector de su Palabra. Y esa revelación crecerá en la medida en que tengamos el deseo de poner en práctica las enseñanzas de la Biblia.
       ¡Qué felicidad tener esta comunión con un Dios que se dio a conocer en Jesús, su Hijo!

QUIEN ME HA TOCADO?



Jesús acababa de liberar al endemoniado de Gadara, y vuelto a la otra orilla caminaba junto a la gente que ya comenzaba a agolparse en su derredor. En esos momentos se le acerca un hombre, uno de los principales de la sinagoga llamado Jairo, y le pide al Maestro que fuera a su casa, a ver a su hija que estaba muy enferma, muriendo, a lo cual Jesús accedió.

Estando de camino a la casa de Jairo, y ya en medio de una apretada multitud que le acompañaba, una mujer, que padecía desde hacía 12 años una grave enfermedad, se esforzó por alcanzarle, pues estaba convencida de que con sólo tocar Su manto, sería salva de su sufrimiento. Esta fe, esta profunda fe, la llevó a batallar por entre la muchedumbre para cumplir su propósito. Una vez conseguido, al instante sintió su completa sanidad. En ese preciso momento Jesús se detuvo, y dándose vuelta preguntó: -¿ Quién me ha tocado ? ”. Sus discípulos le rodeaban, y con innegable tono de sorpresa a causa del tumulto, le responden preguntándole a Jesús "más bien quien NO le había tocado”, ya que la gente era tanta que le apretaban, tornando dificultoso hasta el mismo desplazamiento. Sin embargo Jesús hace una implícita y evidente diferencia entre las muchas veces que la gente le había simplemente “tocado” por el escaso espacio a causa de la muchedumbre con el específico toque de la mujer enferma... “De mi ha salido poder..” -declara Jesús- un Poder divino que no había salido hacia ninguna de las otras tantas personas que le habían tocado-empujado-apretado... ¿Qué hizo la diferencia para que un simple toque recibiera el poder del Señor? ¿Qué hizo la diferencia para que esa mujer fuera especial entre toda la demás que seguía a Jesús? La respuesta es: una Fe genuina en la autoridad y el poder del Hijo de Dios, impulsada por medio de un corazón dispuesto y sediento de Él.

Este relato, registrado en la Escritura en Marcos 5:21-34, nos invita a reflexionar acerca de nuestra propia y personal relación con Jesús, de nuestro propio caminar en la fe... Resulta tristemente frecuente comprobar que muchos creen que son "cristianos" simplemente por el hecho de hacer (obrar) determinada cosa. Tal vez incluso supongan serlo por el hecho de asistir a una iglesia. Esto sin dudas es un error. El lugar en donde nos reunimos no nos hace cristianos, como tampoco podemos considerarnos sabios o eruditos por el mero hecho de concurrir a una universidad, o enfermos por concurrir a un hospital.

Muchas de las personas de la multitud que seguían a Jesús lo hacían seguramente por simple curiosidad. Otros lo seguían por moda o costumbre. Sin embargo, una mujer de entre esa misma multitud marcó la diferencia, la cual el Espíritu de Dios con toda sabiduría dejó registrada en la Escritura para nuestra edificación espiritual. Esa mujer fue movida por su fe en el Hijo, fe sin la cual es imposible agradar a Dios. Esto hizo la diferencia.

Mira y reflexiona acerca de tu caminar en la multitud "cristiana". ¿Sigues a Jesús meramente por curiosidad, o por costumbre, o por tradición, o por dogma, o por religión? No esperes más que pisotones. No esperes nada del Padre celestial si tu temor de Dios es sólo un mandamiento de hombres que te ha sido impuesto (Isaías 29:13)

¿Estás fundado y firme en Jesucristo, la esperanza de gloria (Colosenses 1:21-27)? ¿o sólo formas parte de un movimiento religioso que convoca a "estar cerca" del Cristo, de una multitud que religiosamente se agolpa en derredor de Su nombre, pero que a pesar de esa aparente cercanía no recibe de Su poder vivificante?

Tal como imagino que anheló la mujer que tocó Su manto, lo importante no es estar CON Cristo. Lo verdaderamente importante es estar EN Cristo. Esta circunstancia, y no otra, es la que hace la diferencia. Escrito está:

"Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí." (Gálatas 2:20)

"De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es.." (2 Corintios 5:17)

"Todo lo puedo en Cristo que me fortalece." (Filipenses 4:13)

"Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús." (Romanos 8:1)

"Paz sea con todos vosotros los que estáis en Jesucristo. Amén." (1 Pedro 5:14)

¿Buscas a Jesús para abrazarle y ser uno con Él, con un corazón agradecido y dispuesto a reconocer tus pecados, Su sacrificio redentor, Su autoridad y Su completo Señorío sobre tu vida? Entonces hay Poder de Dios para tu vida.

LA BIBLIA NO SOLAMENTE ES UN LIBRO


 sino que es ‘El Libro’.


biblia_y_lentes(Jesús) dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. – Lucas 10:21.
Dios se dirige a nosotros
La Bilblia no solamente es ‘un libro’, sino que es ‘El Libro’. Ella es la voz de Dios; es el libro para todos los tiempos.
La manera en que fue formada es un verdadero misterio: siglo tras siglo, libro tras libro, fue escrita por diferentes hombres que no se consultaron con ese fin. La primera parte fue escrita mil quinientos años antes del nacimiento del que escribió la última. Sus autores fueron príncipes, sacerdotes y gente del pueblo.
El nuevo testamento por su composición, es un milagro. Sin colaboración, sin previo plan, aquí un relato, allá una carta: así se formó esta segunda parte de la Biblia. En su evangelio, Mateo presenta a Cristo como Rey; Marcos nos revela al siervo, Lucas al Hijo del Hombre y Juan, al Hijo de Dios. Pablo se aferra a la doctrina y Santiago insiste en la práctica de la misma. Sus diversos redactores fueron inspirados por el Espíritu Santo para que cada uno escribiera una parte del gran todo.
¿Qué libro escrito hace dos mil años leen todavía las masas? La Biblia es el libro más difundido en el mundo. La leen todas las clases sociales y gente de todas las edades. Tanto los niños como los científicos y los filósofos se interesan por ella; varios estadistas hicieron de ella su libro de cabecera.


¿Cómo se formó la Biblia?
Unos 45 escritores contribuyeron a su redacción. Pertenecieron a todos los medios socioculturales. Entre ellos se encuentra Moisés, hombre de gran erudición, formado en la escuela de un faraón; Josué, militar genial; Daniel, primer ministro de varios gobiernos sucesivos; Nehemías, copero real; David, rey de Israel; Amós, pastor de ovejas; Pedro, un pescador; Mateo, un cobrador de impuestos; Lucas, un médico; Pablo, un fabricante de tiendas.
Ciertas partes de la Sagrada Escritura fueron redactadas en extrañas circunstancias: Moisés escribió en el desierto, Jeremías y Pablo en la cárcel, Daniel en suntuosos palacios, Lucas en el curso de sus viajes, Juan durante su exilio. Los autores conocieron todos los estados de ánimo: el gozo y el amor, el temor y la inquietud, la angustia y la duda. A pesar del intervalo de 60 generaciones que separa el primero del último autor, de la gran diversidad de escritores, la Biblia presenta una unidad humanamente inexplicable. Sus diferentes autores abordaron centenares de temas sin contradecirse. ¿Cómo hombres que vivieron en épocas diferentes y precedieron de ambientes variados pudieron expresar ideas convergentes sobre tan gran número de temas? No es sorprendente. 
Cualquiera fueron los instrumentos utilizados, fue el mismo Dios quien los inspiró y se reveló a lo largo de sus páginas. Para aprender a conocerle, leamos su Palabra.

Armonía de la Palabra de Dios
¡La Biblia es un libro maravilloso, único en su inspiración, en su formación y en su unidad! Es una colección de 66 libros escritos por más de cuarenta autores diferentes. Más de 1500 años separan los últimos autores de los primeros. Vivieron a centenares de kilómetros de distancia: en Jerusalén, Roma y Babilonia. Procedían de los más diversos ambientes sociales: hubo reyes (David, Salomón), un primer ministro (Daniel), un escriba (Esdras), jefes (Moisés, Josué), un pastor (Amós), un juez (Samuel), pescadores (Pedro, Juan), un médico (Lucas), un erudito (Pablo). Separados por el tiempo y la distancia, no pude haber acuerdo previo entre ellos. Bajo la inspiración divina, cada uno compuso una parte de lo que iba a ser la Biblia. Imagínese un libro humano escrito por cuarenta escritores separados por el tiempo y el espacio; sólo se habría obtenido una obra inconexa.
Es notable la intervención del Espíritu de Dios en el Nuevo Testamento: los cuatro evangelistas no acordaron entre sí qué carácter de Cristo debía evidenciar cada uno. En cuanto a las epístolas, Pablo y Juan no dijeron a Pedro y a Santiago: -Insistid en el lado práctico de la vida cristiana, nosotros desarrollaremos la doctrina. No, todo es de origen divino; la Biblia se impone a nosotros con absoluta autoridad, revelándonos las perfecciones y las infinitas glorias del Hijo de Dios anunciadas en el Antiguo Testamento y presentadas en el Nuevo.

La Biblia, el libro de los récords
Fue el primer libro impreso en Alemania en 1456 por Juan Gutenberg. 
Es el libro más combatido: 
- Fue quemado por el rey Joacim en el siglo sexto antes de Jesucristo (Jeremías 36:23), muchos otros también lo hicieron después de él; 
- Fue prohibido en la Edad Media y lo es aún hoy en algunos países; fue denigrado por los filósofos de los últimos siglos. 
La Biblia molesta, pero sobrevive a sus detractores. 
Es el libro más impreso*: 24 millones de Biblias; 19 millones de Nuevos Testamentos; 505 millones de extractos de la Biblia. 
Es el libro más traducido del mundo*. La Biblia está traducida parcial o totalmente a: 627 lenguas en África; 553 lenguas en Asia; 396 lenguas en Oceanía; 197 lenguas en Europa; 73 lenguas en América del Norte, Centroamérica y Caribe; 384 en América latina; 3 lenguas artificiales. 
Es el libro de Dios. ¿Ya lo leyó usted?. 
*) Estadísticas de la ABU, febrero de 2000.

¿Por qué tenemos confianza en la Biblia?
Pregunta: Al citar la Biblia, usted nos invita a creer a Dios y obedecerle. Estoy de acuerdo, pero ¿qué me prueba que la Biblia es la Palabra de Dios?.
Respuesta: En primer lugar, los escritores de la Biblia afirman claramente que hablan de parte de Dios. Decenas de veces leemos: “Dijo Dios”, y otras expresiones similares. Así la Biblia misma dice que es la Palabra de Dios.
Además, la Biblia contiene gran número de profecías, muchas de las cuales ya se cumplieron. Como sólo Dios está por encima del tiempo, él fue quien comunicó a los profetas sus pensamientos para el porvenir. Ellos los expresaron mediante precisas profecías y por medio de relatos que de antemano reprodujeron los caracteres de Jesucristo.
Luego, los escritores de la Biblia, que vivieron a lo largo de quince siglos en circunstancias muy diversas, se complementaron mutuamente para dar una sorprendente armonía a la Biblia. ¿Por qué es así? Sencillamente porque Dios es su verdadero autor.
Finalmente, escuchemos la alegre respuesta de una multitud de creyentes que expresa: «Este libro cambió mi vida, me dio la paz y me hizo feliz». Éste es un poderoso testimonio más de su divino origen.
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LAS SIETE PALABRAS EN LA CRUZ



el sermón supremo de Jesús

 



Uno de los pasajes bíblicos más leídos en la Semana Santa es, obviamente, el relato de la crucifixión. Recordamos los sufrimientos de Jesús -su pasión-, celebramos su victoria sobre el pecado -nuestra salvación-, y todo ello nos mueve a la adoración. Así cantamos, emocionados y llenos de gratitud, «La cruz sangrienta al contemplar»«Cabeza ensangrentada» y otro himnos de gran riqueza espiritual y teológica.
Durante las horas que estuvo clavado en la cruz, el Señor exclamó siete frases memorables que se han venido en llamar «Las Siete Palabras». Fueron sus últimas palabras. Con estas breves frases Jesús pronuncia el mensaje más profundo que se haya predicado jamás, una verdadera síntesis del Evangelio. Allí encontramos resumido lo más extraordinario del carácter de nuestro Señor y del plan divino para con el ser humano. El«Sermón de las Siete Palabras» ha inspirado innumerables predicaciones y escritos a lo largo de los siglos. J.S. Bach recoge en su emocionante Pasión según San Mateo el espíritu inigualable de este texto bíblico. También J. Haydn en el siglo XVIII compuso, por encargo, una obra muy apreciada sobre Las Siete Palabras en la que pone música a este memorable pasaje.
En esta reflexión al filo de la Semana Santa quiero compartir sólo un aspecto de «Las Siete Palabras» que, cuando lo descubrí, me impresionó y dejó en mí una huella indeleble. Se trata por supuesto de su contenido, pero en especial del orden en que Jesús pronuncia estas frases; a simple vista parece algo casual, pero un análisis detallado nos muestra cómo este orden es profundamente significativo porque refleja las prioridades del Señor y es un reflejo formidable de su carácter y de su corazón pastoral. Para mí, es en la cruz donde la belleza del carácter de Cristo alcanza su máximo esplendor. En la hora de la mayor oscuridad, sus palabras brillan como oro refulgente. Profundizar en estas «Siete Palabras» de Jesús me ha ayudado a amarle más a él y ha moldeado mi acercamiento hacia las personas, en especial las que sufren, a lo largo de mi vida.

El corazón pastoral de Jesús en la cruz

La sensibilidad de Jesús hacia su prójimo, su amor y preocupación por los que estaban a su lado, alcanzan en estas frases un clímax apoteósico. Lo más natural en las horas previas a una muerte por condena es que la persona se concentre en sí misma, en sus pensamientos y emociones, alejándose de su entorno en un proceso de ensimismamiento tan lógico como comprensible. Incluso cuando esta muerte es por enfermedad, todos entendemos que el centro no son los demás, los que le acompañan, sino aquel que está a punto de partir. En la cruz ocurre exactamente lo contrario: Jesús se olvida de sí mismo y de sus necesidades (que expresará más tarde) y se concentra en los que están con él, no importa que sean sus enemigos -los que le estaban torturando- , unos simples desconocidos -los malhechores- o un ser tan amado como su madre. Para todos tiene las palabras justas que necesitaban. A cada uno de ellos el Señor le habla conforme a su necesidad tal como se profetizó 400 años antes: «El Señor me dio lengua de sabios para saber hablar palabras...» (Is. 50:4).
Nunca nadie ha tenido una demostración tan grande de amor en la hora de la muerte, un corazón pastoral tan genuino. Pero el Buen Pastor(Jn. 10:7-21), el Príncipe de los Pastores (1 P. 5:4murió pastoreando. Las palabras de Jesús en la cruz contienen como un tesoro comprimido la esencia del carácter divino y del Evangelio: su profundo amor hacia todos sin excepción, su sensibilidad exquisita hacia los que sufren, su sabiduría para hablar a cada uno según su necesidad. En las tres primeras frases -«palabras»- Jesús muestra una preocupación intensa por los que estaban cerca de él, todos aquellos que en aquella hora de angustia y dolor supremo eran su prójimo. A cada uno de ellos le da la palabra que más necesitaba:

Palabras de perdón a sus enemigos

«Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (Lc. 23:34).
Jesús muere perdonando. Todo el acto salvífico en la cruz simbolizaba el perdón divino (Jn. 3:14-15). Pero era conveniente hacer explícito este perdón con palabras claras, audibles, contundentes, con una fuerza emocional arrolladora y una autoridad espiritual definitiva. Al exclamar «Padre, perdónalos...», Jesús verbaliza el sentido de su venida a este mundo. De hecho el nombre Jesús significa precisamente «él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt. 1:21). La petición de perdón no se refería solamente a los que de forma directa le estaban humillando -los soldados y autoridades religiosas-, sino a todo ser humano (como nos describe con detalle el impresionante cántico de Isaías 53).
En la cruz, Jesús nos enseña que el perdón puede ser unilateral, no requiere dos partes a diferencia de la reconciliación. Yo puedo -y debo- perdonar aunque mi ofensor no me haya pedido perdón. Esteban, bajo la furia de las piedras que lo estaban matando, fue el primero en imitar de forma modélica a su Maestro y Señor (Hch. 7:60). Nosotros somos llamados a hacer lo mismo.

Palabras de salvación a unos malhechores

«De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc. 23:43).
Jesús murió acompañado de dos desconocidos. Probablemente nunca antes estos dos malhechores habían cruzado palabras con el Señor. La historia es conocida: a las puertas de la muerte, uno de ellos tiene temor de Dios y le ruega a Jesús: «Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino» (Lc. 23:42). La respuesta es tan inmediata como clara. Jesús le da aquello que más necesitaba en aquel momento: esperanza, la esperanza que nace de la salvación en Cristo y que sería para él «un fortísimo consuelo» (Heb. 6:18) en las interminables horas de martirio que iban a seguir.
Por cierto, la actitud de Jesús, llena de misericordia, nos recuerda que es posible ser salvo in extremis si de veras se invoca al Señor de todo corazón, desde lo profundo del alma y con humildad, tal como hizo el ladrón en la cruz.

Palabras de protección a su madre

«Cuando Jesús vio a su madre... dijo al discípulo (Juan): He aquí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa» (Jn. 19:26-27).
Es bien significativo que las últimas palabras de preocupación y cuidado por un ser humano que Jesús pronuncia en esta tierra sean para su madre. Es la rúbrica final a una vida pensando siempre en los demás y en cómo servirles. Jesús no podía olvidar a su madre en esta hora de dolor lacerante para ella; el corazón de María estaba destrozado por la agonía de su hijo, desolada por un final tan trágico. Además, María casi con toda seguridad era viuda ahora, por lo que quedaba en una situación de desamparo. Pero el Señor, el pastor por excelencia, no podía descuidar su deber de «honrar a padre y madre» (Mt. 19:19).
¡Cuán divino y cuán humano al mismo tiempo! La espiritualidad expresada en una profunda preocupación por lo humano. Este último acto amoroso de Jesús nos recuerda que la verdadera espiritualidad nos hace siempre más humanos. La primera evidencia de que amamos a Dios (nos recuerda el mismo Juan en su primera epístola) es amar al hermano que tenemos al lado Y el pastor debe empezar su pastoreo en su propia casa. Por ello Jesús encomienda el cuidado de su madre a su amigo y discípulo amado, el sensible y tierno Juan, aquel que «estaba recostado al lado de Jesús» (Jn. 13:23). Juan cumplió de forma inmediata la petición y «desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa» (Jn. 19:27).

Las necesidades propias, al final. «Después de esto, Jesús dijo...»:

«Tengo sed» (Jn. 19:28)
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mt. 27:46)
¡Cuán significativa la expresión con que Juan prosigue el relato: «Después de esto….» (Jn. 19:28). Hasta aquí hemos visto cómo aún en la hora misma de la agonía, Jesús se dio y sirvió, pensó antes en los demás que en sí mismo, buscó colmar las necesidades de su prójimo, tanto espirituales (la salvación y el perdón) como humanas y terrenales (la protección de su madre viuda). Sólo «después de esto», es decir, tras esta genuina manifestación de su corazón pastoral Jesús expresa sus propias necesidades:
  • físicas: «tengo sed».
  • emocionales y espirituales: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?». La soledad y el sentimiento de lejanía del Padre marcan el máximo dolor de Jesús. No hay mayor infierno que la separación de Dios. Jesús sabía que este momento era inevitable (profetizado ya en el Salmo 22) porque el Padre no podía tener contacto con el pecado que el Hijo estaba llevando en aquel acto vicario.
El más grande sermón que se haya predicado nunca termina con una frase llena de serenidad, de confianza y de esperanza:
«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc. 23:46)
Todo hijo de Dios puede tener esta misma actitud en la hora de la muerte, la certeza de que nuestro espíritu pasa a las manos del Padre amante que nos recibirá con gozo en su gloria. Ello es posible porque Jesucristo en la cruz pudo concluir su sermón con la séptima y última palabra, la que lo sellaba todo: «Consumado es» (Jn. 19:30).
Los que amamos a este precioso Jesús, modelo supremo de corazón pastoral, nos unimos al gran coro de los redimidos en el cielo y exclamamos: «¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina» (Ap. 19:6). Este es el verdadero gozo de la Semana Santa.