jueves, 19 de septiembre de 2013

Cómo convertirse en el amado

La oración es entrar en el terreno sagrado del amor de Dios. Es descalzarse para quedarse expuesto en su presencia y contemplar el fuego ardiente de su amor. La intimidad con el Dios del Amor, de la verdad y de la vida nos tiene que llevar a una transformación profunda semejante a la de Cristo en la Eucaristía.
A continuación les presento cuatro pasos a seguir en la oración. Cada uno nos ayudará a lograr una meditación vivencial que nos ayude a imitar la entrega que Cristo realizó durante la Última Cena.
Pan dar

 

TOMADOS

El primer paso debe dar inicio a una oración generosa donde tomemos conciencia de que no somos nosotros los protagonistas, sino más bien es Dios el que toma la iniciativa. No hemos elegido nosotros a Dios primero, no hemos sido nosotros los que hemos decido dedicar un tiempo a la oración. Es el Espíritu Santo quien nos mueve, nos impulsa a querer estar con Él, a entrar en su presencia.
No nos damos libremente, con nuestra voluntad, sino más bien "somos tomados" por Dios y su amor, somos acogidos en su corazón y puestos en su presencia. Nuestra oración es una respuesta a esta iniciativa, es un "dejarse tomar".
Este ser tomados por Dios nos puede llenar de temor y hacernos pensar: "no soy digno de que entres en mi casa, no estoy vestido dignamente para entrar en tu presencia". La tentación de querer ser nuevamente los protagonistas en la oración puede volver: "cuando esté listo rezaré", nos decimos; "yo elijo cuando tengo que rezar; ahora no puedo, vivo en pecado; Dios no me puede escuchar".
Ser tomados es una bendición porque en esta acción Dios, que todo lo sabe, nos invita a confiar en Él, y así nos lleva a experimentar el amor incondicional. No soy yo el que camino en la oración hacia Dios, es Él mismo como Buen Pastor quien camina conmigo en sus hombros. Soy tomado, cargado, mimado y sanado por esos hombros que más tarden cargarán con la cruz en mi lugar.
"Señor, yo quiero ser tomado en la oración. No permitas que sea ciego a esta experiencia de tu amor. Déjame sentir tu mano que se extiende con cariño cuando hago silencio y acepto tu presencia. Que con humildad me abandone a tu presencia para dejarme hacer como María". Quiero ser cargado y tomado por tu amor. Quiero en silencio disfrutar de tu alegría y sostén"

BENDECIDOS

El siguiente paso después de haber sido tomados es hacer la experiencia de la bendición.
Bendecir significa "decir bien". Con Cristo y junto a Cristo en la oración nos sentiremos bendecidos porque Él nos dice bien quiénes somos, cuánto nos ama y cuál es la meta.
Ser tomado es confiar, ser bendecidos es vivir esta confianza de modo sensible a diario. Al ser tomados en sus hombros como esa oveja perdida y herida, nos encontramos a una altura nueva y distinta. Vemos todo desde la visión de Dios. Escuchamos sus suaves palabras porque estamos más cerca de su rostro. Lo conocemos más íntimamente y nos damos cuenta cómo no conoce por nombre. Nos llama, nos atrae a sí, nos acaricia con sus manos que nos sostienen y nos dan seguridad. Esto es ser bendecidos en la oración: Cristo llamándonos por nuestro nombre nos "dice bien" quiénes somos y lo mucho que nos quiere.
"Señor, transforma mis sentidos interiores en la oración para que pueda tocar desde la fe, la esperanza y el amor esta bendición que tú me das siempre con tu presencia. Tu voz me da seguridad, me anticipa el cielo, me sostiene y me transforma. Soy amado con un amor eterno por un Dios que me conoce íntimamente. Déjame ser bendecido, recibir todo de ti y para ti"
Cristo oveja

PARTIDOS

El siguiente paso es el que más duele pero es el más necesario. Es el de la purificación, el de tener que morir para dar vida: "si le semilla no se hunde en el surco y muere no dará vida".
Ser partidos en la oración es seguir las huellas de Cristo hasta la Última Cena donde se parte para darse a los discípulos.
En cada corazón hay una gran capacidad de amar y de entregarse, pero para ejercitarla se necesita antes una gran purificación. Morir al egoísmo en la oración es dejar que Cristo ilumine las partes más oscuras de nuestra alma. Es exponerlas a su amor para que tomados de su mano lo imitemos sin ningún miedo y sin reservas. Ser partido es doloroso pero si queremos dar fruto hay que morir en el surco. De una semilla pueden nacer miles. De una semilla de mostaza brota un gran árbol.
"Señor, tengo miedo a ser partido, de purificar mi corazón imperfecto. No sé cómo hacerlo ni por dónde empezar. Confío en tu bondad infinita. Tómame, bendíceme y párteme para que puedas repartir mi amor donde más convenga. Yo solo no sé amar. Quiero imitar tu corazón y hacerme Eucaristía para el mundo. Párteme después de bendecirme; quiero ser repartido en cada persona que me encuentre"

ENTREGADOS

El último paso de nuestro encuentro personal con el Amor es el fruto de esta experiencia. Ser tomados y bendecidos nos permiten preparar el interior para multiplicarnos antes de ser entregados a las almas. Ser testigos de Cristo es donarnos, es gritar al mundo el amor de Dios y dejar un pedacito de nuestro corazón tocado por Cristo en el de cada hombre. Nos convertimos en testigos del amor de Dios y Cristo nos dice: "dadles vosotros de comer".
En este ser entregados, sucede algo maravilloso. Es la actualización del milagro de la multiplicación de los panes. Cuanto más me doy menos disminuyo, al revés, me multiplico. Doy mis cinco panes y Dios los toma, los bendice, los parte y me los entrega para que los distribuya a las almas.
Doy amor y en vez de perder amor crezco en amor. Me hundo en el surco, muero a mí mismo y tras la oscuridad del dolor, de la purificación, llega la vida, la multiplicación de los frutos y de las obras.
"Quiero seguir transformándome en tu amor Señor hasta llegar a ser uno contigo. Ser Eucaristía con la Eucaristía, ser amor con el Amor. Este es el fruto de cada oración. ¿Quién me necesita Señor, quién tiene hambre de ti, para que yo te pueda dar? Ahora comprendo cómo nuestro encuentro nos tiene que hacer similares, porque el Amor, transforma, iguala, une y asemeja.
Quiero ser tomado por ti, para ser bendecido en tus hombros. Quiero ser partido para poder ser entregado a más almas. Que tu Eucaristía sea siempre el recuerdo de nuestro encuentro y así, cada día me pueda convertir en Ti, mi Jesús bien Amado"

7 medios prácticos para formar el hábito de la presencia de Dios

En las últimas dos notas he hablado sobre el hábito más importante la vida espiritual: el hábito de la presencia de Dios. Allí he explicado en qué consiste. Ahora propongo algunos medios prácticos para vivir en la presencia de Dios.

1. Cree e imagina que Jesús está junto a ti.

A Jesús no le vemos y tocamos como a cualquier otra persona, pero por la fe sabemos que Cristo Resucitado está vivo y nos acompaña en el camino de la vida. Como el ciego percibe la presencia de otra persona a su lado, así, por la fe, siento y estoy seguro de la presencia de Dios junto a mí. Yo sé que Él me escucha. Creo que siempre lo he tenido a mi lado y dentro de mí, y que ahora mismo está aquí. Puedo "llevarlo conmigo" a todas partes, conversar familiarmente con Él, pedirle luz y fuerza, disfrutar de su compañía.
presencia de Dios
Una de las oraciones más bellas que conocemos y que celebran esta presencia omnipresente de Dios es el Salmo 139:
"Señor, tú me examinas y conoces,
sabes si me siento o me levanto, tú conoces de lejos lo que pienso.
Ya esté caminando o en la cama me escudriñas, eres testigo de todos mis pasos.
Aún no está en mi lengua la palabra cuando ya tú, Señor, la conoces entera.
Me aprietas por detrás y por delante y colocas tu mano sobre mí.
Me supera ese prodigio de saber, son alturas que no puedo alcanzar.
¿Adónde iré lejos de tu espíritu, adónde huiré lejos de tu rostro?
Si escalo los cielos, tú allí estás, si me acuesto entre los muertos, allí también estás.
Si le pido las alas a la Aurora para irme a la otra orilla del mar,
también allá tu mano me conduce y me tiene tomado tu derecha.
Si digo entonces: "¡Que me oculten, al menos, las tinieblas y la luz se haga noche sobre mí!"
Mas para ti ni son oscuras las tinieblas y la noche es luminosa como el día.
Pues eres tú quien formó mis riñones, quien me tejió en el seno de mi madre.
Te doy gracias por tantas maravillas, admirables son tus obras y mi alma bien lo sabe.
Mis huesos no te estaban ocultos cuando yo era formado en el secreto, o bordado en lo profundo de la tierra.
Tus ojos veían todos mis días, todos ya estaban escritos en tu libro y contados antes que existiera uno de ellos."

2. Mira con miradas de fe:

Aplicando una mirada de fe, todo es transparencia de Dios; todo: cosas, acontecimientos y personas. Dios está en toda la creación porque le da la existencia y porque la conserva. Las criaturas tienen los rasgos de su autor y podemos descubrir en ellas los atributos, las cualidades esenciales, de Quien las hizo. En las personas podemos reconocer a Dios porque las creó a su imagen y semejanza y porque la gracia santificante corre por sus venas.
Dios está allí, quiere revelarse, darse a conocer a nosotros, depende de cada uno abrir los ojos con una mirada de fe y reconocerle. Lo contrario sería una especie de ceguera o miopía.

3. Haz un examen diario lleno de gratitud:

Dios Providente está presente en la historia y en tu historia personal, la de cada día; que no te pase desapercibido.
Dios suele manifestarse a través de actos y palabras de otras personas, de gracias actuales que el Espíritu Santo te regale, de dones que recibas, de oportunidades para crecer, de los Sacramentos, etc. No tienen que ser grandes acontecimientos, Dios nos ofrece los dones de Su amor de manera bastante sencilla. Es cuestión deestar atento para captar su intervención Providente, ser receptivo, ser humilde, atribuirle el mérito, bendecirlo y darle las gracias.
Si todos los días, al final de la jornada, te reservas un tiempo para descubrir el modo en que Dios se hizo presente en tu vida y para darle las gracias, estarás aplicando un medio de gran eficacia para formar el hábito de la presencia de Dios.

oracion de gratitud

4. Echa mano de jaculatorias:

San Pedro de Alcántara, en su tratado de la oración y meditación, dice que las jaculatorias "ayudan para la memoria continua de Dios y el andar siempre en su presencia".
Las jaculatorias son oraciones breves, en forma de frases sencillas, que dirigimos a Dios en medio de las actividades cotidianas, poniendo toda la fuerza de nuestra fe y todo el afecto de nuestro corazón al pronunciarlas.
Algunos ejemplos:
- "Señor, tú lo sabes todo, tú bien sabes que te amo"
- "El Señor es mi Pastor, nada me falta"
- "Estoy en tus manos. Hágase tu voluntad"
- "Tú eres mi Roca y mi salvación"
- "Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo"
- "Espíritu Santo, ilumíname"
- "Señor, que vea"
- "Señor, aumenta mi fe"
- "Santa María de Guadalupe, ruega por nosotros"
- "María, soy todo tuyo"
- "Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío"
- "Señor mío y Dios mío"
- "Señor, ten misericordia de mí"

5. Haz visitas eucarísticas y comuniones espirituales:

Si hablamos de la presencia de Dios, ¿qué mayor presencia que la de la Eucaristía? Cristo Eucaristía: la presencia fiel y cercana. Si hay una capilla en tu universidad, o cerca de tu trabajo o de tu casa, puedes ir a visitar a Cristo Eucaristía una vez al día. Tal vez pases, o puedas pasar, todos los días frente a una Iglesia y quieras formar el hábito de detenerte a saludarlo unos minutos. Lo mismo que haces con tu novia, con tu esposa o con tus padres. Es una forma de mantener fresco el amor.
También, hay ocasiones en que quisieras recibir la Eucaristía y no te es posible; entonces puedes hacer una comunión de deseo donde quiera que te encuentres. Consiste en hacer una pausa y manifestar a Jesucristo el deseo de recibirle en el Sacramento de la Eucaristía y pedirle la gracia de recibirlo espiritualmente.
Puedes imaginarte junto a Jesús en la última cena, recostarte espiritualmente sobre su pecho y decirle con tus propias palabras lo mucho que deseas recibirle. También puedes usar fórmulas como la de San Alfonso María de Ligorio:
Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentado, ven a lo menos espiritualmente a mi corazón.
(Guarda silencio y expresa a Jesús el amor que le tienes)
Y ahora, como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a ti.
No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. Amén.

6. Reza cuando realices tus actividades habituales:

Ayuda mucho para avivar la presencia de Dios adquirir el hábito de rezar antes de tus actividades habituales. Comes tres veces al día, puedes bendecir los alimentos antes de comer. Cuando sales de casa, puedes pedir la protección de Dios. Cuando vas a iniciar tu jornada laboral, puedes hacer la señal de la cruz. Cuando regresas todos los días a casa, puedes besar una Biblia, un crucifijo o una imagen de la Virgen María que coloques a la entrada. 

7. Enciende una veladora o lleva un crucifijo en tu bolsillo.

La llama de una veladora puede recordarte a Cristo Resucitado (como el cirio pascual) y Su presencia en tu corazón. Puedes tener un cirio en tu escritorio, en el taller, en la cocina, o en donde pases tiempos largos todos los días, y encenderlo ocasionalmente. El cirio encendido puede ayudarte a evocar la presencia de Cristo Resucitado a tu lado y dentro de ti.
Y hay otros medios prácticos que cada uno puede ir encontrando, como un amigo que desde hace tiempo tiene el hábito de llevar un crucifijo en el bolsillo de su pantalón: varias veces durante la jornada, mete la mano en la bolsa, aprieta fuerte el crucifijo y le dirige una palabra a Je